Los jóvenes que año con año egresan de las universidades son parte de la minoría que logra acceder a estudios superiores pero que al final se enfrentan a un mercado laboral saturado donde la gran mayoría de la juventud también busca oportunidades. El futuro que se vislumbra para ellos es desalentador debido a las políticas de precarización laboral que han debilitado las condiciones mínimas del trabajo, dejándolos al margen de un porvenir más incierto incluso que el de sus padres. Las aspiraciones de tener una vivienda, un empleo estable y un retiro seguro parecen esfumarse frente a la realidad del desempleo juvenil y la proliferación de trabajos informales.

El problema del desempleo juvenil va más allá de la simple oferta de fuerza de trabajo, la sobre calificación o la falta de experiencia. La situación se agrava debido al exceso de oferta de trabajos paupérrimos, con condiciones laborales precarias, donde la estabilidad laboral es prácticamente inexistente. Lamentablemente, más de 9 millones de jóvenes se encuentran trabajando o buscando empleo, y 34 muchos de ellos terminan en trabajos precarios con remuneraciones insuficientes. Es preocupante que la mayoría de los jóvenes empleados trabajen entre 35 y 48 horas a la semana, y casi la mitad de ellos reciba una remuneración máxima de apenas $5,186 pesos mensuales. Estas condiciones dificultan enormemente alcanzar una calidad de vida digna y la posibilidad de planificar un futuro estable.

La tasa de desocupación entre los jóvenes es alarmantemente alta, alcanzando el 6.4%, casi el doble de la tasa de desocupación nacional. Además, los jóvenes enfrentan una tasa de informalidad del cerca del 70%, siendo la segunda más alta después de la de los adultos mayores y superando también la tasa de informalidad promedio del país. 

El programa de Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) no garantiza un empleo formal ni ofrece estabilidad a los jóvenes. Aunque la mayoría de los solicitantes tiene entre 25 y 29 años, sus necesidades van más allá de la capacitación y experiencia. Es fundamental brindar a los jóvenes mejores condiciones en su primer empleo, no solo como becarios, sino con reconocimiento de empleo formal, salarios justos y condiciones laborales dignas, 35 que incluyan seguridad social, servicios médicos, primas vacacionales, compensaciones por incapacidad y la posibilidad de cotizar para el retiro. Actualmente, solo 4 de cada 10 jóvenes tienen acceso a un sistema de ahorro para el retiro.

Para afrontar este desafiante escenario, se requiere un cambio estructural en las políticas laborales y económicas a favor de la clase trabajadora. En el corto plazo es necesario que los jóvenes salgan de las universidades no solo con conocimiento sobre sus derechos laborales, sino también con una comprensión sólida de las herramientas para defenderlos: el sindicalismo de clase. Solo mediante la lucha constante por la mejora de las condiciones laborales, se podrá ofrecer un futuro más esperanzador para la juventud al egresar.