Resumen
Este
artículo es un pequeño homenaje a todas las mujeres que lucharon en la Gran
Revolución de octubre, a esas mujeres anónimas decididas a dar todo, incluso la
vida, por la revolución y a las dirigentes que estuvieron al mismo nivel que
los militantes hombres, a pesar de que la historia las olvida y de las que es
difícil actualmente encontrar sus obras.
Como
dice Alexandra Kollontai:
¡Gloria
a las trabajadoras que marcharon bajo la bandera roja durante la Revolución de
Octubre!
Las
mujeres que tomaron parte en la Gran Revolución de Octubre, ¿quiénes fueron?
¿Personas aisladas? No, fueron muchísimas, decenas y cientos de miles de
heroínas sin nombre, quienes, marchando codo a codo con los trabajadores y los
campesinos detrás de la bandera roja y la consigna de los soviets, pasaron
sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro... Si se mira
hacia atrás en el pasado se puede ver a estas masas de heroínas anónimas a
quienes Octubre encontró viviendo en ciudades famélicas, en pueblos empobrecidos
saqueados por la guerra... Una bufanda sobre sus cabezas (muy raramente,
todavía, un pañuelo rojo), una pañoleta gastada, una chaqueta remendada de
invierno... Jóvenes y ancianas, trabajadoras, campesinas, esposas de soldados y
amas de casa de la ciudad pobre.
Más
raramente, mucho más raramente en esos días, mujeres oficinistas y
profesionales, mujeres cultas y educadas. Pero también había mujeres de la
intelligentsia entre las que llevaron la bandera roja hacia la victoria de
Octubre: maestras, empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de secundaria y de
la universidad, doctoras. Marcharon animadas y desinteresadamente, con un
propósito. Iban adónde fueran enviadas. ¿Al frente? Se ponían una gorra de
soldado y se transformaban en combatientes del Ejército Rojo.
Si
se ponían un brazalete rojo se precipitaban hacia los puestos de primeros
auxilios para ayudar al Frente Rojo contra Kerensky en Gátchina. Trabajaron en
las comunicaciones del ejército. Trabajaban animadamente, llenas El Ejército Rojo fue creado por el Estado
obrero para la defensa de la revolución. Kerensky, Alexander (1881-1970):
social-revolucionario ruso. Tras la Revolución de Febrero fue Ministro de
Justicia, Guerra y Marina, y desde julio hasta la Revolución de Octubre, jefe
del Gobierno Provisional. En 1918 huyó al extranjero. Del convencimiento de que
algo crucial estaba ocurriendo, y de que todas somos pequeños engranajes en la
gran maquinaria de la revolución. En los pueblos, las campesinas (cuyos esposos
habían sido enviados al frente) tomaron las tierras de los terratenientes y
persiguieron a la aristocracia fuera de las madrigueras que habían ocupado
durante siglos. Cuando se rememoran los hechos de Octubre no se ven rostros
individuales, sino masas. Masas sin número como olas de humanidad. Pero
dondequiera que se mire se ven hombres, en reuniones, agrupaciones,
manifestaciones... Todavía no están
seguros de qué es exactamente lo que quieren, qué buscan, pero saben una cosa:
no tolerarán más la guerra. Tampoco quieren más terratenientes ni señores
influyentes...
En
el año 1917, el gran océano de la humanidad empuja y se balancea, y una gran
parte de ese océano está hecho de mujeres. Algún día el historiador escribirá
sobre las hazañas de estas heroínas anónimas de la revolución, que murieron en
el frente, que fueron asesinadas por los blancos y soportaron las incontables
privaciones de los primeros años después de la revolución, pero continuaron
manteniendo en alto la bandera roja del poder del soviet y el comunismo. Es
ante estas heroínas sin nombre, que murieron para lograr una nueva vida para la
clase trabajadora durante la Gran Revolución de Octubre, que la joven república
se inclina en reconocimiento, mientras su joven pueblo, animoso y entusiasta,
se dispone a construir las bases del socialismo. Sin embargo, de este océano de
cabezas femeninas con pañoletas y gorros gastados, inevitablemente emergerán
las figuras de esas a quienes el historiador dedicará particular atención
cuando, dentro de muchos años, escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su
líder Lenin. Nadejda Konstantinovna Krupskaya La primera figura que se destaca
es la de la fiel compañera de Lenin, Nadejda Konstantinovna Krupskaya, llevando
su simple vestido gris y permaneciendo siempre en segundo plano. Entraba en una
reunión sin que se notara su presencia y se ubicaba detrás de una columna, pero
veía y oía todo, observando todo lo que acontecía para poder darle más tarde un
informe detallado a Vladimir Ilich, añadiendo sus acertados comentarios propios
y arrojando luz sobre alguna sensible, pertinente y útil idea.
En
esos días Nadejda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y tumultuosas
asambleas en las que la gente discutía alrededor del gran interrogante:
¿ganarían los soviets el poder o no? Sin embargo, trabajaba incansablemente
como mano derecha de Vladimir Ilich, a veces haciendo un breve pero
esclarecedor comentario en las asambleas del partido. En los momentos de
mayores dificultades y peligros, cuando muchos camaradas más fuertes se
descorazonaban y sucumbían ante la duda, Nadejda Konstantinovna siempre
permaneció igual, totalmente convencida de la rectitud de la causa y de su
certera victoria. Irradiaba una fe inconmovible, un acérrimo espíritu se
ocultaba tras una modestia poco frecuente, y siempre tenía un efecto
esperanzador sobre cualquier persona que entrara en contacto con la compañera
del gran líder de la Revolución de Octubre. Yelena Dimitrievna Stasova Otra
figura emerge, otra fiel compañera de Vladimir Ilich, una camarada de armas
durante los difíciles años del trabajo clandestino, secretaria del Comité
Central del partido, Yelena Dimitrievna Stasova. Quizá la autora del artículo
se refiera a que es más visible y recordada la participación de los hombres en
la revolución que la de las mujeres (N. de T.).
Nadejda Krupskaya:
Nació en San Petersburgo en 1869, y
mientras cursaba en el Colegio de Mujeres se adhirió a un círculo marxista y
formó a los obreros en las ideas socialistas. A los 25 años se casó con Lenin.
Poco después fue arrestada por sus actividades revolucionarias y, junto con el
dirigente bolchevique, fue enviada al exilio, donde escribió su primer libro,
La Mujer Trabajadora. Cuando la revolución se encendió en 1905 regresó a Rusia
como secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique. En 1914 participó
de la redacción del periódico Rabotnitsa (La obrera), y en 1915 integró la
delegación rusa a la III Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas,
organizada por Clara Zetkin, que se pronunció contra la guerra imperialista.
Con
sus conocimientos sobre educación colaboró en la Revolución Rusa de 1917:
apenas tomado el poder, fue nombrada Comisaria de Educación, un cargo
equivalente al de ministro. Desde allí promulgó las leyes educativas del nuevo
Estado obrero, propició las campañas de alfabetización, puso en pie numerosas
instituciones culturales y desarrolló la bibliotecología.
Yelena Dimitrievna
Stasova (1873-1966):
Se unió a las filas del Partido Socialdemócrata ruso en 1898. Como secretaria
personal de Lenin, fue exiliada a Liberia de 1913 a 1916. Mujeres combatientes
en los días de la Gran Revolución de Octubre 3 clara, intelectual, precisa y
excepcional capacidad para el trabajo; una rara habilidad para indicar la
persona correcta para cada trabajo en concreto. Su alta, escultural figura
podría ser vista primero en el soviet del palacio Tavrichesky7, luego en la
casa de Kshesinskaya, y finalmente en el Smolny9. En sus manos sostiene un
cuaderno, mientras, a su alrededor, sus camaradas de prensa del frente,
obreros, Guardias Rojos, obreras, miembros del partido y de los soviets, buscan
una pronta, clara respuesta o directriz. Stasova tenía varias responsabilidades
importantes, pero si un camarada tenía algún problema o sentía angustia en
aquellos días tormentosos, ella siempre respondía con una frase breve y
aparentemente seca, pero ayudándole en todo lo que podía. Estaba sobrepasada de
trabajo, pero siempre estaba en su puesto. Siempre en su puesto pero sin
intentar destacar. No le gustaba ser el centro de atención. Sus preocupaciones
no eran para con ella misma sino para la causa. Por la noble y querida causa
del comunismo, Yelena Stasova sufrió el exilio y la prisión en las cárceles
zaristas, y su salud quedó quebrantada... En el nombre de la causa se volvió
evasiva, tan dura como el acero.
Pero
hacia los sufrimientos de sus camaradas, desplegaba una sensibilidad y
receptividad que solo se encuentran en una mujer con un corazón cálido y noble.
Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova Klavdia Nikolayeva era una obrera de orígenes
muy humildes. Se unió a los bolcheviques tempranamente en 1908, en los años de
la reacción, y había soportado el exilio y la prisión... En 1917 regresó a
Petrogrado y se convirtió en el corazón de la primera revista para las mujeres
trabajadoras, Kommunistka. Era todavía joven, llena de fuego e impaciencia.
Pero sostuvo la bandera firmemente, y con audacia declaró que las obreras, las
esposas de los soldados y las campesinas debían ser atraídas al partido.
¡Mujeres, al trabajo! ¡A la defensa de los
soviets y del comunismo! Hablaba en las reuniones, aun nerviosa e insegura de
sí, pero atraía a otros a seguirla. Era una de aquellas personas que sostenían
sobre sus hombros todas las dificultades que implicaba preparar el camino para
la amplia participación masiva de las mujeres en la revolución; una de las que
pelearon en dos frentes, por los soviets y el comunismo, y al mismo tiempo por
la emancipación de las mujeres. Los nombres de Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova, que murió del cólera en
su puesto revolucionario en 1921, están ligados en forma indisoluble con los
primeros y más difíciles pasos tomados por el movimiento de las mujeres
trabajadoras, particularmente en Petrogrado. Konkordia Samoilova fue una
trabajadora del partido de una generosidad sin precedentes, una magnífica,
metódica oradora que sabía cómo ganar los corazones de las obreras. Las que
trabajaron a su lado la recordarán por mucho tiempo. Era simple en sus modales,
en su vestimenta, seria en la ejecución de las decisiones, estricta, tanto
consigo misma como con los otros.
Inessa Armand:
Particularmente impactante es la
figura de Inessa Armand. Fue encargada de un trabajo de partido muy importante
en la preparación de la Revolución de Octubre, y contribuyó con muchas ideas
creativas al trabajo que debía realizarse entre las mujeres. Con su feminidad y
gentileza de modales, Inessa Armand era inamovible en sus convicciones y capaz
de defender lo que creía correcto, incluso cuando se enfrentaba a grandes
oponentes. Tras la revolución, Inessa Armand se dedicó totalmente a la
organización del amplio movimiento de mujeres trabajadoras. La conferencia de
delegadas es una de sus creaciones. Varvara Nikolayevna Yakovleva Un enorme
trabajo fue realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva11 durante los difíciles
y decisivos días de la Revolución de Octubre en Moscú. Se une al Partido
Bolchevique en 1904, emigra en 1909 y se convierte en amiga personal de Lenin
en el exilio. Representa a los bolcheviques en Bruselas en 1914, en Zimmerwald
y en Kienthal. A su retorno a Rusia, en 1917, trabaja en la Internacional
Comunista y muere en 1920, víctima del cólera.
Varvara Nikolayevna
Yakovleva (1884-1944?):
Antigua
militante bolchevique, se unió al partido en 1904. Durante la discusión sobre
los sindicatos (1920-1921) apoyó a Bujarin.
En
1923 fue una de las firmantes de la Carta de los 46; en octubre de 1923 apoyó
el programa de Mujeres combatientes en los días de la Gran Revolución de
Octubre 4 digna de un líder de cuartel del partido... Varios camaradas dijeron
entonces que su resolución y firme coraje dieron valor a las personas que
dudaban e inspiraron a las que habían perdido esperanzas. « ¡Adelante!»: hacia
la victoria. Muchas otras mujeres Mientras se rememora a las mujeres que
formaron parte de la Gran Revolución de Octubre, más y más nombres y rostros
salen de la memoria como por arte de magia. ¿Podríamos no honrar hoy la memoria
de Vera Slutskaya, quien trabajó desinteresadamente en la preparación de la
revolución y fue asesinada por los cosacos en el primer Frente Rojo cerca de
Petrogrado? ¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado,
siempre listo para la batalla? También murió en su puesto revolucionario.
¿Podríamos omitir mencionar aquí dos nombres cercanamente conectados con la
vida y la actividad de V.I. Lenin, sus dos hermanas y camaradas en armas Anna
Ilinichna Yelizarova y Maria Ilinichna Ulyanova? ¿Y la camarada Varya, de los
talleres del ferrocarril en Moscú, siempre vivaz, siempre con prisa? ¿Y
Fyodorova, la trabajadora textil de Petrogrado, con su agradable rostro
sonriente y su temeridad cuando acudía a luchar en las barricadas? Es imposible
enumerarlas a todas, ¿y cuántas permanecen sin nombre? Las heroínas de la
Revolución de Octubre fueron un ejército completo, y aunque sus nombres puedan
ser olvidados, su entrega vive en la misma victoria de esa revolución, en todos
los logros y ganancias que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras en la Unión
Soviética. Es un hecho claro e incontrovertible que, sin la participación de
las mujeres, la Revolución de Octubre no hubiese podido traer la bandera roja a
la victoria.
¡Gloria a las trabajadoras que marcharon bajo esa divisa roja
durante la Revolución de Octubre!
¡Gloria a la Revolución de Octubre que liberó
a las mujeres!
Primera publicación: en Zhensky zhurnal (El Diario de
las Mujeres), no. 11, noviembre de 1927, pp. 2-3.